En el corazón de Moreno, entre el vaivén cotidiano de sus calles y la pujanza de su barrio, se abre el taller de Guillermo Faedo, un artista plástico cuya obra trasciende el valor meramente estético para convertirse en puente de comunicación y transformación social.
Allí, pincel en mano, Faedo define al arte como “una actividad creativa que expresa ideas, emociones y percepciones del mundo a través de diferentes medios: pintura, música, literatura, danza… Es una forma de comunicación que refleja nuevas perspectivas, ya sean verbales o no verbales, y nos invita a reflexionar sobre la realidad que nos rodea”.
Desde 2011, año en que decidió dar el salto definitivo a la pintura tras años de acercamientos esporádicos, Faedo ha abrazado la figuración (“aunque reconozco que la abstracción también tiene su encanto, mi sensibilidad me conduce hacia las figuras”) para explorar aquello que no siempre puede decirse con palabras. Inspirado por referentes universales como Pablo Picasso, Claude Monet y Édouard Manet, y por los gigantes locales (con Antonio Berni como guía clave), el artista reconoce en su recorrido inicial el impulso de profesores de la primaria y, más tarde, de un maestro de dibujo que lo ayudó a pulir sus conceptos y técnica.
Para Faedo, el arte no es sólo un juego de formas y colores: “Tiene un papel fundamental en el desarrollo individual y social de la comunicación y la cultura. Es el motor para un cambio social; actúa como un espejo que refleja la cultura de un pueblo”.
En sus obras, cada trazo se convierte en mensaje y cada color, en diálogo abierto con quien se detenga a mirar.
Desde su taller abrigado en paredes salpicadas de bocetos y manchas de óleo, Faedo ofrece talleres y recibe encargos constantes. “Si tienen ganas de estudiar, hay muy buenas facultades de arte o pueden apuntarse a un taller de pintura. La sensibilidad es lo primero que se trabaja: si te emocionás con la pintura y el dibujo, ya tenés mucho camino recorrido”, explica.
Alejado de la “frialdad” de la política (“el arte es sensibilidad y sentimientos; el Gobierno, en cambio, es política, es frío”), Guillermo Faedo propone una ciudad más sensible donde el barrio, sus historias y sus rostros, cobren vida en cada lienzo. Su obra, emanada de Moreno y proyectada hacia universal, invita a redescubrir el poder del arte como voz y memoria colectiva.