Por Juan Emiliano Mirabustos
El oficialismo nacional superó un muy difícil escollo: ganar las elecciones intermedias por un importante margen a un kirchner-peronismo hambriento de volver al poder y romper todo.
"No tengo datos todavía". La frase la dijo Daniel Parisini, más conocido como "El gordo Dan", militante fanático de Javier Milei, que conduce todas las semanas el programa de streaming “La misa”.
La dijo después de entrar exultante al estudio donde se transmite el programa, con lentes oscuros, tras abrazar y saltar junto a dos de sus co-conductores, sentarse y gritar “¡te quiero, Diego!”, en alusión a Diego Maradona, uno de los ídolos futbolísticos de Parisini, extensamente nombrado en sus redes para que, desde el cielo, ayude al resultado del domingo, lo que provocó la furia de los fans kirchneristas del jugador ya fallecido.
Todo eso con el fondo musical de “Inmigrant Song” de Led Zeppelin. Se sabe que el gordo Dan es un eterno provocador, tanto desde sus redes como desde su programa semanal, a quienes muchos lo compararon con 678, el buque insignia de la propaganda K en sus años “dorados”, obviando la parte de que el stream de los militantes libertarios se banca con capital privado, mientras que la creación de Diego Gvirtz subsistía con muchísimo dinero de los impuestos de la gente.
Por la cercanía con fuentes directas de los cómputos oficiales, el gordo Dan, que casi iba a ser candidato en Buenos Aires pero se bajó para que el peronismo disidente articule el armado libertario con el pésimo resultado que ya conocemos, ya sabía los resultados en general, pero lo que sorprendió a todos fue el resultado final.
Los más encumbrados dirigentes de La Libertad Avanza del conurbano decían casi al unísono “ganamos nación, pero provincia vamos a volver a perder y mal”. Con la experiencia del 2019 en la cabeza, cuando Juntos por el Cambio recuperó 10 de los 17 puntos de las catastróficas PASO gracias a las marchas mundiales del “Sí se puede”, difícilmente se pudiera remontar los 14 puntos con los que LLA perdió en la provincia de Buenos Aires con el más rancio (y desesperado por volver al poder) kirchnerismo.
El desastre en el armado político y de fiscales, toda de los peronistas disidentes Sebastián Pareja y el coterráneo morenense Ramón “nene” Vera, más el abandono total de fiscales por parte del PRO (todas las miradas conducen a María Eugenia Vidal en esa orden que se bajó) y el ninguneo a las bases militantes hechas por los mismos armadores que erróneamente se pusieron, hicieron de ese 7 de septiembre un día negro para el futuro de la Argentina.
Los medios grandes, ensayando una crítica siempre con la mano en la pera, celebraban con el diario del lunes y fuera de las cámaras un posible regreso de la pauta nacional, nacionalizando, valga la redundancia, una elección provincial que no fue menos importante.
CNN ya le hacía entrevistas al “gran ganador”, Axel Kicillof, considerado por muchos como uno de los peores gobernadores que tuvo la provincia. Había en el aire un augurio, un deseo que a LLA le vaya mal dentro de dos meses en las intermedias y que la psicopateada permanente de “la gente la está pasando mal” funcione como en el 2018, cuando 14 toneladas de piedras arrojadas al Congreso por parte del kirchnerismo, el peronismo y el eterno furgón de cola de ambos como lo es la izquierda, comenzaron a sepultar las esperanzas de continuar lo que comenzó con mucha energía en 2015, sin peronismo en el poder.
El miedo era lógico. Un miedo que se fue disipando rápidamente con los primeros resultados oficiales. La nación estaba asegurada y por más de 10 puntos. Pero el batacazo fue dar vuelta una elección difícil e hiriente como lo fue la de la provincia de Buenos Aires.
De perder por 14 puntos hace menos de dos meses, a ganar por menos de un punto. Sí, menos de un punto, pero ganarle al peronismo en su “lugar en el mundo”.
Ganar con un centro al área y un cabezazo al ángulo en el quinto minuto adicionado. Los diarios del lunes ya hablaban de un triunfo “arrasador”, mientras sus editoriales, hechas a la medida de los “ñoños republicanos”, ensayaban una cautela que parecía más a escribir con el peronismo respirando en sus nucas. Sin dudas, los resultados, si bien eran bastante esperables, sorprendieron demasiado.
La Libertad Avanza acertó en guardar a los punteros peronistas “disidentes” y darle nuevamente la conducción a su militancia, la que en 2023 hizo hasta lo imposible para convencer a la gente que la alternativa era Milei.
Recién eso funcionó en la segunda vuelta, con toda la oposición al kirchnerismo de una vez por todas unida. Y, como dicen muchos de ellos, la campaña arrancó con el mega acto en el Movistar Arena, del que habló todo el mundo. Ya no les dan más bola a los que se asustan viendo cantar a Milei o a todos sus seguidores como espartanos de remeras bordó.
Ellos no son todos los votantes de LLA. El gordo Dan no es todos los votantes de LLA. Y eso quedó demostrado el domingo 26. La contundente victoria oficialista no fue un simple alivio después de la catástrofe bonaerense del 7 de septiembre, que, además, se la dio vuelta.
Fue el espaldarazo deseado. Fue controlar mejor un Congreso que quería seguir siendo una escribanía kirchnerista ad eternum. Nada de eso quita que el floreciente movimiento libertario tiene que seguir aprendiendo de lo que no salió bien y conservar lo que sí.
Sin prisa, pero sin pausa, se está volviendo más dialoguista, menos exacerbado (eso quedará para su tropa militante, la única que le supo hacer frente a la “juventud maravillosa” del kirchnerismo con sus mismas armas), con una filosofía más de beduino, con eso de confiar en Dios, pero atar bien al camello.
Este presente no hubiera sido posible sin el apoyo de lo que queda del PRO, un partido que supo gobernar todo en Argentina, pero que hoy se divide entre continuar apoyando un gobierno que, con diferentes modos, está haciendo lo que ellos quisieron hacer entre 2015 y 2019, y una militancia que llena de corazones amarillos sus cuentas de twitter, que exuda un republicanismo que en la práctica sólo recibió bullying por todos lados, que cree que los libertarios son peronistas de peores modales y que terminan votando inventos como Potencia porque no les gustan los modos de Milei.
Precisamente, el partido que a las apuradas fundaron Ricardo López Murphy y María Eugenia Talerico para arropar a ese “voto ñoño”, ni siquiera llegó a los 10 puntos de electores.
El dolor de ya no ser
“Cristina tenía razón”. Esa frase, entre varias más de consuelo que de aliento, fueron las que publicó en sus redes Mayra Mendoza, la intendente de Quilmes y militante fanática del matrimonio más corrupto de la historia.
Para muchos adláteres del pasado régimen, no era buena la idea de desdoblar las elecciones. Fue la jugada que inventó Axel Kicillof para marcar la cancha como único “potable” para las presidenciales del 2027.
El tema es que, al convertirse una elección en dos, con poca o mucha diferencia de semanas entre una y otra, puede cambiar el resultado electoral en lo general. Y eso fue lo que pasó. De la euforia por ganarle con mucha ventaja a LLA, pasaron a morder el polvo de una derrota feroz.
Por ahora y sólo por ahora, siguen controlando el conurbano, ese que te define una elección, aunque ya no con la brutal cantidad de votos de antes. Esto fue posible, en gran parte, a la llegada de la Boleta Única de Papel, que redujo el fraude peronista de manera considerable y le terminó quitando, en muchos municipios gobernados durante décadas por peronismo, una importante cantidad de puntos.
El corazón de la producción provincial se pintó casi todo de violeta. Todavía falta un largo trecho para que también se pinte la tercera sección, aquella obsesión de la que se centró LLA en las elecciones de septiembre y terminó descuidando el resto del territorio. Pero esta vez, la papa caliente se la van pasando entre el peronismo y el kirchnerismo.
En el anuncio de la derrota, el primero en hablar fue el influencer Juan Grabois, lo que presagiaba un final inminente. Luego, la “esperanza blanca” del populismo, Axel Kicillof, con un Máximo Kirchner haciendo caras de fastidio detrás de él. Mientras, en el lujoso departamento donde Cristina Fernández de Kirchner cumple su condena por corrupta, la “jefa de la banda” salió a su balcón a bailar, casi como si hubieran ganado.
Aunque lo disimularon bien, sus militantes y fanáticos no podían ocultar su bronca por el resultado adverso. En ese balcón apareció Itaí Hagman, el ahora electo diputado por CABA que ocultó su origen de nacimiento en Israel para no “piantar” votos pro terrorismo palestino.
De poco sirvió la opereta que lograron imponer para bajar a José Luis Espert, descubriendo una “afinidad” con un presunto narco. No es de extrañarse que para las futuras elecciones presidenciales sigan embarrando la cancha de manera artera. Es su naturaleza. Pero esta vez no les alcanzó y la gente no se comió la curva de la psicopateada.
El futuro ya lo ves
Cuando se decía que eran elecciones “bisagra”, no era ninguna exageración. Del resultado dependía levantarse y seguir con el plan o comerse otra piña y estar aún más groggy que un mes y medio antes.
La macroeconomía vivió un lunes eufórico, con un riesgo país que perforó los 600 puntos, un dólar que bajó y unas acciones argentinas en Wall Street valiendo hasta 50 por ciento más. Aún falta bastante más para que el periodismo, que tanto se quiere hacer odiar, deje de decir que la economía está “estancada” cuando la realidad es que está “estable”.
Que cuando dicen “la gente la está pasando mal”, en realidad es la gente que no soporta que Milei y su equipo estén reacomodando la economía, porque les hubiera gustado que haya sido otro, cuando ese otro nos dejó con 200 por ciento de inflación interanual.
Se complica calmar a un periodismo con abstinencia de pauta nacional de la misma manera que se calman los mercados cada vez que pierde el peronismo.
Pero el escollo más difícil se superó. Aun así, nada está definido y la impaciencia que quisieron imponer algunos, de resolver 70 años de desastre peronista en menos de dos años, se desvaneció por un tiempo.
Lentamente, La Libertad Avanza está comprendiendo que no puede sólo depender de sí misma ni de las fuerzas que llegan del cielo. Ahí seguirá acechando un monstruo grande que pisaba fuerte mientras hacía los dedos en ve, y hoy le tocó, quizá por mucho más tiempo, seguir en la lona.